agosto 05, 2007

La alegría de los hijos de Dios.....

Una parábola de Jesús tiene poco que ver con una deducción lógica o un concepto académico. No hay que buscar en ellas conclusiones racionales o moralejas, como en las viejas fábulas. Lo que hay que buscar en ellas no es otra cosa que la persona de Jesús.
El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; es semejante a un mercader que anda buscando perlas finas.
Las dos parábolas se parecen mucho. Quedémonos con la del tesoro escondido en el campo. Un campo que podríamos identificarlo con el mundo; o, si así lo preferimos, con el pueblo de Dios. Hay muchos que vagabundean por el campo. Ninguna actitud de búsqueda de algo más hondo y significativo en la vida. Quizá ni sospechan que bajo sus pies pueda esconderse un tesoro capaz de cambiarlo todo de manera espléndida. No sintonizan con aquellas palabras del Señor: el que busca, halla (Mt 7, 8). Es triste ese deambular por la vida, sin sospechar la existencia del tesoro.
La diferencia entre quien simplemente deambula, y quien ha descubierto el tesoro, radica en la alegría: y por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
En esa palabra se esconde todo lo que Jesús quiere para el hombre. Es una palabra que él pronuncia con insistencia: Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado (Jn 15, 11).
Pablo también insiste: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres (Fil 4, 4).
Aquel descubridor del tesoro debió parecer bastante loco a los ojos de sus parientes y vecinos. Bendita locura.

P. Ángel Santesteban