agosto 26, 2007

Retiro de Invierno de Apoderados





"Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias". El Señor, también a nosotros y a nuestros hijos nos ha dirigido estas palabras. En nuestro camino de descubrir la maravilla de ser co-creador, de crear junto con Dios, descubrimos su llamada. Hemos sido llamados, escogidos y amados. El Señor nos necesita para cumplir su misión, junto a nosotros. Respondemos durante nuestra vida lo mejor que podemos a esta llamada. Sin embargo, ni la respuesta ni la llamada acaba, estas se renuevan constantemente, y en nuestro SER PADRES descubrimos cada día, que así como nos maravillamos cuando cada uno de nuestros hijos nació, la creación o co-creación ocurre día a día en ellos.



Aquí entran nuestros deseos de obtener una mejor respuesta, de escuchar con más atención, de entender con más claridad la palabra de Dios. Es eso lo que buscamos, y lo que fueron a buscar los padres del colegio que pudieron responder al llamado de la Pastoral Familiar, en la búsqueda de nuestra Misión como Padres. Lo buscamos y lo encontramos en nuestro interior, tabajándonos, silenciándonos, y dejándo oir lo voz de Dios en nuestro interior. También lo encontramos en otras personas, tal vez rostros de Jesús para nosotros en un momento en que nos iluminan el camino.


La Misión de ser Padres vamos descubriendo que consiste en permitir que cada hijo o hija encuentre su camino en la vida, y para ello se requiere conocer a cada uno de ellos en profundidad, y junto a ello poder transmitirle el amor que les da la confianza para poder buscar ese camino que Dios sueña para ellos.

Invitamos a los papás y mamás que participaron en el retiro a compartir con nosotros sus reflexiones, así como en la comunidad con la que trabajo. Tal vez puedan ser la voz que alguien en nuestra comunidad necesita recibir.



agosto 05, 2007

La alegría de los hijos de Dios.....

Una parábola de Jesús tiene poco que ver con una deducción lógica o un concepto académico. No hay que buscar en ellas conclusiones racionales o moralejas, como en las viejas fábulas. Lo que hay que buscar en ellas no es otra cosa que la persona de Jesús.
El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; es semejante a un mercader que anda buscando perlas finas.
Las dos parábolas se parecen mucho. Quedémonos con la del tesoro escondido en el campo. Un campo que podríamos identificarlo con el mundo; o, si así lo preferimos, con el pueblo de Dios. Hay muchos que vagabundean por el campo. Ninguna actitud de búsqueda de algo más hondo y significativo en la vida. Quizá ni sospechan que bajo sus pies pueda esconderse un tesoro capaz de cambiarlo todo de manera espléndida. No sintonizan con aquellas palabras del Señor: el que busca, halla (Mt 7, 8). Es triste ese deambular por la vida, sin sospechar la existencia del tesoro.
La diferencia entre quien simplemente deambula, y quien ha descubierto el tesoro, radica en la alegría: y por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
En esa palabra se esconde todo lo que Jesús quiere para el hombre. Es una palabra que él pronuncia con insistencia: Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado (Jn 15, 11).
Pablo también insiste: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres (Fil 4, 4).
Aquel descubridor del tesoro debió parecer bastante loco a los ojos de sus parientes y vecinos. Bendita locura.

P. Ángel Santesteban